Crazy, stupid, love

Crazy, stupid, love es una genial película escrita por el guionista Dan Fogelman y dirigida por Glenn Ficarra y Jhon Requa que cuenta la historia de varios personajes con un nexo común, el matrimonio en la ficción formado por Steve Carell y Julianne Moore. El resto del reparto lo completa un fantástico grupo de actores entre los que destacan Ryan Gosling, Emma Stone, Marisa Tomei y Kevin Bacon.

La película comienza con una cena entre el matrimonio formado por Cal Weaver (Steve Carell) y Emily Weaver (Julianne Moore) donde ella le confiesa a su marido, justo antes de llegar al postre, que le fue infiel con un compañero de trabajo llamado David Lindhagen. Tras esta confesión el matrimonio se separa y así comienza el desarrollo del film.

Cal se va a vivir a un bloque de apartamentos y comienza a frecuentar un bar donde conoce a Jacob Palmer (Ryan Gosling) un mujeriego que le enseña todo lo que sabe sobre las mujeres. Pero Jacob conoce a una chica llamada Hanna, interpretada por Emma Stone, de la que se enamora perdidamente y le rompe todos sus esquemas.

Por otro lado Emily trata de rehacer también su vida. Comenzará a quedar con David Lindhagen para empezar de cero, conocerse más a fondo y ver si pueden llegar a ser algo más. Pero el hijo de Cal y Emily no se lo pondrá fácil al pretendiente de su madre y tampoco la canguro de la que está enamorado que a su vez está enamorada de Cal, lo que traerá numerosos problemas a la relación entre padre e hijo.

La película fue nominada como Película Cómica Favorita en los premios People’s Choice y Mejor Película de Comedia en los Broadcast Film Critics Association Awards y Ryan Gosling estuvo nominado a Mejor Actor de Comedia o Musical en los Globos de Oro.

Esta divertidísima película con este gran reparto cuenta con un desarrollo aun mucho mejor que sorprende al espectador ya que este no se lo espera en ningún momento. La sorpresa dentro del argumento siempre esta bien aunque desde luego lo que atrae de este film son las perfectas historias  a caballo entre lo entrañable y lo cómico.

 

 

Por José Javier Rodríguez Grande 

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